
La película de Susanne Bier, nos cuenta la historia de dos chavales, que, azotados por circunstancias diferentes (uno, por la muerte de su madre y el otro, por los abusos que sufre en el colegio), toman el camino de la violencia más radical hacia los que les provocan algún perjuicio. La violenta espiral en que se ven envueltos, les lleva hasta límites que, por la edad que tienen, ni conocen, ni deberían descubrir y que, por supuesto, no pueden controlar. El resultado de caminar por tan fina y escabrosa senda, de manera insistente, será desastroso para todos los implicados y cambiará sus vidas para siempre.

Con un guión muy interesante, de Thomas Jensen, y una puesta en escena muy humilde, pero madura; Bier logra enseñarnos hasta donde pueden llegar los hombres o, en este caso, los niños cuando están "rebotados" contra su entorno. Los dos actores que encarnan a los protagonistas están sobresalientes y las situaciones que se nos plantean son bastante verosímiles. Sin embargo, hay dos cosas que fallan en la peli: una, es al inserción de imágenes muy duras sobre el Tercer Mundo, que pretenden establecer un paralelismo con la violencia que están desarrollando los dos niños daneses. Esta comparación es algo innecesaria, salvo porque explica bien la forma de ser de uno de los adultos protagonistas. Otra cosa que no esta lograda del todo en el film es ese final tan Hollywoodiense y didáctico que tiene. Si la película va tratando el tema de la violencia sin inmiscuirse demasiado, mostrando tal y como va ocurriendo cada situación, con una cierta frialdad que dota a la historia de un buen realismo; al final se convierte en una especie de lección humanitaria y bienintencionada (esto mismo le pasa a "Después de la boda") que nos enseña lo malo que es ser violento, como si fuésemos los niños protagonistas. Susanne Bier tiene madera de directora comprometida y, seguramente, conforme vaya prosperando su filmografía ira madurando. En mi opinión, será una buena referencia en el cine europeo. Pero para ello debería dejar de lado cierta cobardía y observar a Haneke y Von Trier, cuyo tratamiento de los temas en sus películas es tan visceral como la realidad misma. Es verdad que siempre es necesario algo de bondad creativa, pero en una película que no trate de la violencia sería más adecuado, creo yo.

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