Cuando Cyril encuentra a su padre los acontecimientos no se desarrollan como esperaba y las consecuencias serán devastadoras para el niño.Los hermanos Dardenne han elaborado una película muy en la línea de su cine social. Esta vez centran el peso del relato en un niño que se haya desubicado en la sociedad y sufre un clarísimo desamparo. Lo único que le mueve a actuar, a rebelarse, a huir, es encontrar a su progenitor, que en realidad no es quién él se piensa que es. No sólo eso, sino que siente un especial apego por su bicileta y también hará lo que sea por tenerla siempre a su disposición y poder montarla. Todo esto le ciega a la hora de relacionarse con el resto de personas que le rodean o que, incluso, le quieren y le toman cariño. Desprecia a todos los que se interponen en esa búsqueda, en esa obsesión.
Ésto provocará un gravísimo cambio en su forma de actuar y un tremendo enfado cuando las expectativas que él tiene no se cumplan. Es ahí donde los Dardenne demuestran que saben bascular muy bien entre los diferentes temas y "fases" que se abarcan en el film y nos van mostrando los motivos de la violencia juvenil, de la delincuencia, del desamparo de los jóvenes, la falta de amor, la familia y sus relaciones. Además componen todo el relato a través de unas imágenes preciosistas, muy propias de su cine también, pero que lejos de alejarnos de la realidad que muestran, nos acercan aún más a la historia porque su lenguaje visual es impoluto.
El reparto al completo está excelente, pero destaca Thomas Doret que da vida al niño protagonista. Uno de los actores infantiles más impresionantes que se han visto en el cine, al menos en el papel que aquí representa. A la altura de Los 400 golpes de Truffaut, o más que a la altura, éste es el equivalente para la sociedad de hoy en día. Muy buena película y un excelente reflejo de muchos porqués. (7´75/10)
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